Seguramente, desde antes, en territorio mexicano habría
también un tipo de ritual por el estilo, que consistiera en colgar algún
contenedor para ser abatido a golpes y obtener lo que hubiera en su interior.
Lo que es de tradición cristiana son los picos y su significado, que el ser
vendado sea la fe en la guía de Dios, el palo el poder de la virtud y el
contenido representando la Verdad y los dones de la Naturaleza como premio a la
Fe y a la Perseverancia.
Bueno, ¡va!...
Esperarse un año para ingerir una cantidad tal de azúcar sería
un tanto “válido” si no se vuelve a comer azúcares tan refinados y jarabes,
colorantes y mil químicos más ¡durante todo el año!.
Veamos, actualmente esta legendaria tradición ha convertido
cada posada, y cada fiesta que presenta u ofrece piñata en un botín de dulces
enorme al cual sucumben niños y adultos. Y lo que de antaño era una fuente de
frutas, cacahuates y algún postre elaborado a mano, al día de hoy son paquetes
y contenedores de polvos, harinas, geles, pastas y azúcar… mucha mucha azúcar.
Es sumamente conocido el ciclo perpetuo de adicción a este
veneno blanco. Primero se consume, el nivel de azúcar en sangre se eleva y se
libera dopamina, lo cual es la “droga” que tanto engancha al cerebro. Se
segrega insulina para nivelar este pico, y se “desaparece” el azúcar
convirtiéndose en grasa. Al caer rápidamente el nivel, se genera el ansia y el
hambre por más “combustible”, y el ciclo se repite.
Sin duda es del gusto de los niños y las niñas el acontecer de
las piñatas, pues la congregación en medio de cantos, risas, luces, hacen
demasiado atractiva esta celebración, la cual podría ser también inicio de un
pequeño pero sustancial cambio de hábitos, porque como mencionamos más arriba,
si fueran estas ocasiones las únicas al año tal vez sería justificado, pero
habría que sumar las mismas cenas tradicionales, el refresco al por mayor en
cada cena, y rematamos con la bomba de dulces, parecerá inocuo, pero de verdad
no lo es.
No es para nada tomar la actitud de “Grinch” en las fiestas,
en lo absoluto. Es necesario aplicar la consciencia alimenticia en momentos realmente
trascendentales de la vida de los infantes, y donde aun más se va a grabar el
mensaje de lo que es positivo para ellos, y lo que no lo es. No podemos
justificar el exceso por la celebración misma, sea la que sea. Ninguna fiesta,
a no ser una bacanal orgiástica con ese fin real, conlleva el sacrificio a la
salud que actualmente se le confieren a las celebraciones de cualquier tipo
excediendo siempre en las cantidades de alcohol, tabaco, consumo de tóxicos,
desvelo y más, impactando poco a poco nuestra salud. Muchas veces, el ofrecer
de más en las fiestas es cuestión de estatus, pero el hecho de consumir de más,
de lo que sea, es cuestión de conciencia personal a favor de nuestro bienestar.
Felices fiestas, nos vemos en www.trofoterapia.com